Cuando se formó el Colectivo Cultural Guazapa, la voz corrió entre los militantes del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) y empezaron a llegar letras desde El Salvador, escritas por guerrilleros o, como en este caso, alguno de sus familiares. Los compas querían colaborar enriqueciendo el repertorio del Colectivo.
Esta letra no llegó a tiempo para ser incluída en el disco, pero se convirtió en una canción imprescindible en todos los conciertos del Guazapa y quedó grabada en uno de los muchos ensayos que hicieron en casa antes de irse de gira a Canadá en el verano de 1986.
Fué recibida con mucha emoción porque es el testimonio de una madre sobre su hija asesinada. El sentido musical de las palabras y los versos que forman la canción no dejó lugar a dudas de que era un corrido y así fue como la musicalizaron.
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